Tiresias

martes, 21 de septiembre de 2010

- Vamos! Explícamelo antes de que dispare. Porque puedes estar seguro de que como tu explicación no me satisfaga dispararé. Me importa una mierda que me hayas dado cobijo o que folláramos ayer por la noche. -le gritó Calíope a Jon dejándolo perplejo.

La mano firme de Calíope se cerró aún con más fuerza alrededor de la pistola. Ya la había amartillado así que estaba más que preparada para disparar. Sus ojos destilaban determinación y Jon intuía por su expresión que no vacilaría en disparar. Sin embargo ella no estaba del todo segura. Era una atrocidad lo que había descubierto en la puerta once, pero quizá hubiera una explicación para ello. Su juramento de ayudar a los demás estaba por encima de todo y dificilmente podría vivir tolerando una matanza similar. Sin embargo comenzaba a dudar de que fuera capaz de dispararle. Aunque se esforzaba denodadamente por no mostrar un ápice de duda.

Jon estaba al principio del pasillo todavía limpiándose las manos del desayuno con un trapo de la cocina. El portazo de ella le hizo salir al pasillo para ver qué ocurría. Ella avanzó apenas un par de pasos. En cuanto lo tuvo a la vista se detuvo y le apuntó. Sabía de sobra lo que había descubierto y por qué se la veía tan afectada. En fin, había llegado la hora de la opereta.

- Antes de que me juzgues o de que me condenes por un delito deberías escuchar mi versión. -comenzó Jon pausadamente, tratando de disimular los nervios, y dotando a su discurso de toda la calma y veracidad de la que era capaz. - Cuando recogí a mi segundo grupo de refugiados... -tragó saliva. Hará unos cinco o seis días, ya no sabría decirte con exactitud. No era tan cauteloso como lo fui contigo. Como habrás podido comprobar eran ocho personas. Habían cinco miembros de una misma familia. El resto estaban solos. Se habían encontrado por la ciudad e iban juntos sin rumbo. Los niños lloraban, los mayores tenían la mirada ida, sólo unos pocos podían valerse por si mismos. Estos eran los que tiraban del resto. Los recogí y les di refugio. Les pregunté si estaban heridos y a parte de rasguños, cortes leves y moratones nadie me dijo que estuviera herido. Pero a dos miembros de la familia les habían mordido. "Espero que sepas comprenderlo." - musitó casi entre dientes.

- ¿Y por eso los mataste? ¿Por eso mataste a gente inocente? ¡¿Por eso mataste a personas que no estaban infectadas?! ¡Maldita sea Jon! ¿Es que has perdido el juicio? -cada pregunta fue creciendo hasta gritar la última. Calíope no soportaba la idea de que murieran inocentes, de que se hubieran sacrificado vidas humanas.

- No, todavía no. No fue así exactamente. -trató de replicar. - O venga, va! No me vengas con esas. ¿Soy enfermera recuerdas? He visto sus heridas, he visto los cuerpos en descomposición. -argumentó. ¡Por favor! - Escúchame! Luego podrás juzgarme. Los infectados le habían ocultado ese hecho a su propia familia. Aunque no a toda. Sabían que si les descubrían estaban fuera y que los abandonarían a su suerte. Por eso sólo se lo confiaron a uno de ellos. El caso es que tardaron más de un día en presentar los síntomas. Todos nos habíamos confiado. Bajamos la guardia. Y fue una auténtica masacre. Intenté aislarlos, separarlos, para que no contagiaran al resto pero en seguida hubieron más mordidos. Conseguí abatir a algunos con ayuda de un superviviente pero los miembros de la familia enloquecieron al ver a los suyos atacados! No pude hacer nada por salvarlos. Claro que hubieron bajas colaterales. Imagina una escopeta en un sitio tan pequeño. No fue mi intención. Pero tenía que elegir, ¡eran decisiones de vida o muerte en cuestión de segundos.! Al final me refugié en uno de los baños del piso. Esperé hasta que hubiera un bando vencedor y cuando los gruñidos y los zarpazos llegaron a la puerta del baño sabía lo que tenía que hacer. -Jon bajó la cabeza casi entre sollozos. - ¡Murió gente que no estaba infectada! -contraatacó ella. - Eso no lo sabemos. Puede que al principio de la infección si te matan no manifiestes los síntomas como los infectados que mueren tiempo después. Tú hubieras hecho lo mismo, se trataba de sobrevivir.

Calíope continuó apuntando con su arma a Jon. Ya no tenía tan claro que fuera a disparar. Probablemente en la situación que tuvo que vivir Jon hubiera hecho lo mismo. Era un buen hombre, aunque sin duda se había visto sobrepasado por las circunstancias. - Está bien. Te creo, pero no toleraré que me mientas ni que me ocultes nada como eso. Si vamos a permanecer juntos, deberemos confiar el uno en el otro. Si no es mejor que nos separemos. -sentenció ella.

- Te he abierto la puerta de mi refugio y te he aceptado sin reservas. ¿Es que eso no cuenta para nada? -preguntó él con tono de reproche. - Por supuesto, es la principal razón para que no te haya disparado. -dijo ella. - Quería comentarte una cosa que me reconcome por dentro desde ayer. -pidió educadamente Jon.

- Deja que sea yo la que te comente un par de cosas primero. Te agradezco mucho lo que has hecho por mi. Te agradezco mucho el cobijo, la comida, y el equipo. Pero que no te quepa ninguna duda de que hubiera sobrevivido igualmente sin tu ayuda. Lo que ocurrió ayer fue sexo. Solamente sexo. Dos personas adultas disfrutando. Nada más. Nos encontramos solos, necesitados, exhaustos, quién sabe si volveremos a estar con otro ser humano a excepción de nosotros. Nada más. No te montes películas, mi corazón pertenece a otra persona y le seguirá perteneciendo. Ha sido un pasatiempo, una distracción, siento decírtelo así pero es la verdad. Si sufres por lo que pensará tu mujer, tranquilo, seguro que no le importa lo que pasó ayer. Si esto va a suponer un problema para ti no te preocupes que no volverá a suceder. "Espero que puedas comprenderlo."