Nat

domingo, 9 de mayo de 2010


Cuando Jon despertó, Calíope hacía tiempo que se había marchado de la cama dejando su silueta fría en el colchón. Como un resorte cogió su pistola y se levantó de la cama. Rápidamente comprobó la casa cerciorándose de la ausencia de Calíope. Debía de haber salido a explorar alguno de los pisos del edificio, como le había sugerido
la noche anterior.

El olor a sexo en la habitación espoleaba como un estigma la conciencia de Jon. A las pesadillas habituales tenía que sumar ahora los remordimientos por haber traicionado a Nat. Hacía años que había dejado esta vida, pero él seguía queriéndola con locura. Había intentado conocer a otras mujeres antes, animado por sus compañeros, pero ninguna cita salió bien. Siempre las comparaba con Nat y siempre salían perdiendo. Muchas veces había intentado autoengañarse con esa frase tan típica de "ella habría querido que siguieras con tu vida...", pero nunca se había tragado esos consuelos. Lo que sí era un hecho es que tanto Nat como Sara no iban a volver. Nadie se las iba a traer sanas y salvas, es más, jamás las volvería a ver ni disfrutar de su presencia. ¿Tan malo era el hecho de haber disfrutado de una noche de sexo? Estaba claro que para su conciencia sí. Tendría que explicárselo a Calíope y aclarar lo sucedido la noche anterior. De no hacerlo podría volverse loco. Pero después de tantos años, ¿cómo podía seguir sintiéndose así? Era absurdo. Nat tenía que comprender (en el hipotético caso de que lo estuviera viendo) que sólo había sido sexo, que se sentía muy solo, tremendamente solo por no mencionar que podría morir en cualquier descuido. Con esto no trataba de justificarse, sólo de hacer más llevadera la losa de su conciencia. Probablemente el que no se perdonara la muerte de Sara, por haberse mantenido en su puesto de trabajo en vez de abandonarlo como hicieron muchos otros, no ayudaba a mejorar su estado anímico.

Firmó una tregua consigo mismo, como había hecho tantas otras veces y comenzó a preparar el desayuno. Se asomó a los miradores que tenía dispuestos para vigilancia: el día estaba nublado, ni rastro de ellos. Hoy tendría que empezar a entrenar a Calíope si quería que le acompañara en el próximo "vaciado" ya que no quedaban muchos días para preparar la siguiente mudanza. Además, quería preguntarle por su siguiente paso. Si tenía alguna idea de qué iba a hacer o de a dónde quería dirigirse.

Jon estaba preparando un desayuno casi continental, faltaban algunos ingredientes básicos pero qué le iba a hacer, cuando recordó lo que había dejado dentro de uno de los pisos con una equis negra. Ahora ya era demasiado tarde para remediarlo así que comenzó a preparar una coartada por si la necesitaba. Dudaba mucho de que Calíope entrara en ninguna vivienda marcada en negro pero por si acaso tendría que tener preparada alguna excusa.

Mientras tanto, en un piso más abajo del que se encontraba Jon, Calíope se anudó un pañuelo tapándose la boca y la nariz y se adentró en la onceava puerta. La equis que le daba la bienvenida era de color negro.