Cardinal Sin

martes, 19 de enero de 2010


Jon despertó inquieto. Algo lo había despertado y no era habitual, no lo era desde que tomaba tantas precauciones. Instintivamente sacó la automática que guardaba debajo de la almohada y apuntó hacia la figura de la puerta en un único gesto ensayado miles de veces. Entonces distinguió el candil y el camisón sobre la piel broncínea que reflejaba la luz de la vela. Estaba de pié mirándole y su silueta indicaba que iba a acercarse mucho.

Lentamente dejó la pistola en la mesita mientras ella se iba aproximando a la cama de matrimonio. - Antes de que hagas nada de lo que nos podamos arrepentir me gustaría decirte...- Jon trató de terminar la frase. Pero Calíope ya estaba al borde de la cama. Con un leve gesto deslizó su camisón y este cayó silencioso desde sus hombros. - Shhhhhhhh.- Apenas fue audible pero fue lo suficientemente sugerente como para acallar el reparo de Jon.

Con un gesto lleno de sensualidad Calíope dejó el candil en la mesita justo al lado de la pistola y se deslizó entre las sábanas. Jon sintió la calidez de su cuerpo inmediatamente. Dormía habitualmente con el torso desnudo, sólo con unos pantalones de pijama y dio gracias por esa elección. El cuerpo de Calíope estaba torneado y bien definido. Sus curvas no eran muy pronunciadas pero eran tremendamente atractivas para cualquiera. Calíope se tumbó al lado de Jon apoyando sus senos en el torso desnudo y simétrico de él y sin mediar palabra sus labios encontraron los de él. Al principio eran besos tiernos, cargados de sensualidad y de delicadeza. Aunque poco a poco fueron haciéndose más salvajes. El juego previo había dejado paso a lametones, mordiscos y a unos besos desaforados. Los dos se encontraban solos, en un mundo devastado y acababan de sellar un pacto silencioso, un pacto con su saliva, con su deseo. Esa noche los dos dejarían a un lado muchas cosas (reparos, escrúpulos, vergüenza, ...) y se dedicarían el uno al otro.

Calíope comenzó a besar a Jon por el cuello, los hombros, el pecho, y lentamente fue bajando por sus abdominales. Jon le puso las manos en los hombros y comenzó a musitar una especie de protesta que ella cesó con un rápido movimiento de su mano derecha la cual posó su dedo índice sobre los labios de él. Jon pareció rendirse y Calíope reanudó su marcha hacia los pantalones de Jon. Se los quitó no sin ayuda y comenzó a besar sus piernas, sus ingles, y finalmente su miembro.

Los labios de Calíope eran exactamente como Jon se había imaginado. Con volumen y perfectamente perfilados le estaban proporcionando un placer indescriptible. Subían y bajaban, besaban, cubrían, succionaban, todo con una delicadeza y una destreza que sorprendió a Jon. Cuando se quiso dar cuenta estaba tan excitado que casi tuvo un orgasmo en la boca de Calíope. Al tratar de avisarla ella detuvo sus travesuras y ascendió de debajo de las sábanas. Se limpió con el dorso de la mano y lo besó con una mirada que sólo invitaba a la lujuria. Llegados a ese punto a Jon ya no le quedaban argumentos para negarse a lo que iba a suceder.

Calíope se puso encima de él a horcajadas y comenzó a moverse lentamente. Los pechos de Calíope eran suaves y tersos. Sus pezones se endurecieron al entrar en contacto con el aire de la habitación. Y Jon los acunó con delicadeza. No colmaban sus suaves manos, pero eran más que suficientes para que ella tuviera un busto precioso. Con movimientos suaves comenzó a describir círculos, balanceándose sobre Jon. Él estaba excitadísimo. La pelvis de ella le oprimía el sexo y le proporcionaba un placer que no había experimentado muchas veces a lo largo de su vida. Ella comenzó a incrementar el ritmo, ahora movía su cintura arriba y hacia abajo con fuerza, sintiéndolo dentro. Jon seguía sin dar crédito a lo que estaba sucediendo pero no por ello dejaba de disfrutar. Los movimientos de Calíope estaban consiguiendo que llegara a un punto de excitación que no recordaba. Ella estaba cada vez más excitada, jadeaba y gemía con cada acometida. Sus manos apretaban el pecho de Jon, apoyándose en él. Mientras él pellizcaba sus pechos y bajaba sus manos por su cintura hasta su culo y lo agarraba con fuerza para ayudar a la penetración. Los dos estaban enzarzados en un ritmo que se tornaba cada vez más acelerado, previendo el inminente orgasmo.

A Calíope le sobrevino antes. El miembro de Jon estaba muy dentro de ella, llenándola por completo, su entrepierna vibraba con cada embate y no pudo aguantarse más. Una oleada tras otra la hicieron estremecerse, su espalda se arqueó mostrando la dimensión real de sus pechos, sus gemidos fueron más agudos, más profundos, sus manos se apoyaron en las piernas de Jon echando hacia atrás su cuerpo, mientras las descargas de placer recorrían todo su cuerpo y su mente se quedaba en blanco durante unos instantes.

Jon esperó a que el orgasmo de ella remitiera y cogiéndola suavemente por las axilas la levantó y la depositó a su lado en la cama. La besó con deseo y poniéndose encima de ella comenzó a penetrarla de nuevo. Los dedos de ella le acariciaban la nuca y los musculosos brazos mientras él iba incrementando el ritmo de sus arremetidas. Calíope seguía excitadísima y Jon lo notaba perfectamente. Jon besó cada centímetro de su bello rostro, lamió su cuello, besó sus pechos, mordisqueó sus pezones, todo mientras seguía dentro de ella. No tardó mucho en verlo venir. Dejándose llevar los dos habían alcanzado un ritmo furioso. Ella le clavaba las uñas en la espalda y lo animaba a que siguiera. Hasta que no pudo más y terminó corriéndose dentro de ella. Los dos estaban cubiertos por una fina película de sudor cuando se separaron. Los dos respiraban entrecortadamente mientras sus pulsaciones volvían a la normalidad. Jon se apartó de ella y tumbándose a su lado comenzó a acariciar sus pechos con un dedo describiendo círculos distraído. Calíope lo miraba sonriente, se alegraba de haber encontrado un oasis en esa película.

Esa noche después de cuatro asaltos por fin pudieron dormir los dos plácidamente y sin más sobresaltos.

Cat People ('42)

jueves, 7 de enero de 2010


- Te propongo un juego, Jon.- Preguntó Calíope con una sonrisa dibujada en sus labios. - ¿Un juego dices? - Sí, un juego.- A esas alturas del día el alcohol ya fluía por sus venas diluyendo cualquier objeción o reparo que sus consciencias pudieran tener levantadas. - Me parece bien. Juguemos.- Respondió Jon con firmeza. Calíope acababa de lanzarle un guante en forma de desafío y él acababa de recogerlo.

Calíope se levantó de su silla y sin dejar de sonreír miró a ambos lados. Primero a la izquierda, después a la derecha. Lo hizo sin esperar nada. Recrearse de esa forma mientras Jon le observaba desde el otro lado de la mesa le hacía sentir cosas que había enterrado hacía ya tiempo. - ¿Secreto o Confesión?- Calíope cogió los dados y lanzó. Un siete. - Venga Jon, veamos tu tirada.- Jon cogió los dados, los agitó en sus manos, como para insuflarles energía y los lanzó sobre la mesa. Ella lo observaba atentamente, cada movimiento, cada gesto no pasaba desapercibido para sus ojos. - Un diez. Supongo que acabo de ganarte.- Le dijo Jon desconociendo las normas del juego. - Efectivamente compañero. Qué eliges, Secreto o Confesión?- preguntó ella. - Confesión mi querida Cali, elijo Confesión.- replicó él. - Muy bien, como prefieras.- Calíope se acercó al oído de Jon y dejó caer un susurro: "Tienes unas manos preciosas".

- ¿Jugamos otra vez?- preguntó divertida volviendo a su silla y sentándose. Jon trató de recobrar la compostura. Aquello lo había dejado por completo perplejo. No se lo habría esperado en la vida. Carraspeó ligeramente y asintió. Cogió los dados y lanzó de nuevo, esta vez salió un cuatro. - Vaya Jon, esta vez creo que me tocará elegir a mí.- dijo sonriendo ella. Calíope cogió los dados y los lanzó con fuerza contra la mesa. Estos rodaron y se detuvieron justo al borde. De nuevo un siete. - Vaya! Parece que estás abonada.- Espetó Jon a Calíope. - ¿Qué será esta vez?- continuó mientras sonreía. - Esta vez elijo... Confesión.- Respondió ella. - Tu piel broncínea te dota de una belleza inusual.- le soltó a bocajarro. Calíope se sonrojó al instante. No esperaba que fuera tan directo. Jon se relamió al ver su sonrojo. - ¿Seguimos?- le preguntó Jon en tono irónico.

- Sigamos.- Ella pareció recobrar la compostura. Acunó los dados entre sus delicadas manos y sopló en el interior del hueco como susurrándoles alguna cosa. De nuevo salió siete. - Voy a empezar a pensar que eres una bruja.- comentaba Jon distraído mientras cogía los dados. Esta vez no hizo ningún aspaviento en cuanto los tuvo en la mano los lanzó haciéndolos girar en el lanzamiento. Primero cayó uno, era un seis. El otro mientras daba vueltas sobre sí mismo. Los dos se acercaron más para ver el desenlace del lanzamiento. Al poco, un cinco se dibujó sobre la mesa. Once. - ¿Y bien Jon?- Le invitó ella a elegir. - No entiendo muy bien la diferencia entre Secreto y Confesión, pero voy a elegir Confesión de nuevo.- dijo Jon. - ¿Seguro?- trató de sembrar la duda ella mirándolo con descaro. - Sí, sí, confesión de nuevo.- afirmó él. - Como desees.- Respondió ella. - Calíope no es mi verdadero nombre.- confesó entre risas. - No sé por qué, suponía que nadie sabía cuando nace un bebé si va a tener una bella voz para ponerle ese nombre. Sería un poco temerario por su parte, ¿no crees?- Respondió Jon guiñándole un ojo. Aquello volvió a pillarla desprevenida. Había supuesto que un bombero no sabría que era una de las musas ni mucho menos hubiera supuesto que sabría el significado de su nombre.

- Me toca de nuevo.- dijo Jon. Cogió los dados y los lanzó rápidamente. Dos unos. - Ojos de Serpiente, has perdido.- musitó ella. - Y esta vez elijo secreto.- dijo ella esta vez mirando fijamente a Jon a los ojos. - No soy ...- Jon miraba a Calíope con una sonrisa en los labios cuando se dio cuenta de que fuera ya era de noche. - Vaya, parece que tendremos que dejarlo para otra ocasión. Rápido ayúdame con los preparativos. Ya es de noche.- Jon comenzó a bajar todas las persianas, corrió cortinas, y apagó luces. Le tendió un candil a Calíope con una vela. - Es mejor que por las noches no encendamos luces, ni hagamos mucho ruido, nunca está de más ser precavido.- Le dijo en voz baja a Calíope. - Estoy cansado Cali, creo que me voy a dormir. Toma un paquete de cerillas para el candil. Te he dejado un regalo de bienvenida en la mesita. Úsalo cuanto quieras. Yo hoy dormiré con un ojo abierto.-
- Buenas noches Jon. Nos vemos por la mañana.- contestó ella.

Jon desapareció por el pasillo con su candil y fue engullido por la oscuridad de su cuarto. Cuando Calíope llegó al suyo tenía un iPod esperándola en la mesilla. Escuchara la música que escuchase, esa noche no la molestaría ningún alarido del exterior.