Calíope había leído el cartel ya tres veces, y todavía no daba crédito a lo que había escrito en él. Era una letra de hombre, grande y vistosa. En apenas unas líneas se leía:
"Si eres un humano, no estás infectado y estás leyendo esto, ¡Enhorabuena!
Coge el extremo del interfono, estira del cable tres veces y hablaremos.
Si suena bien al otro lado te diré donde estoy refugiado y podremos compartir refugio y alimento."
Parecía una broma pesada, no obstante era demasiado tentador como para dejarlo correr. Calíope estiró del cable tres veces y esperó escuchando sin demasiada esperanza con el envase del yogur en la mano. Ajena en la calle el cable subía por la fachada y entraba por uno de los últimos balcones del edificio. Nada más entrar en la vivienda se enroscaba en una campanilla sujetada a una polea. Esta comenzó a tañer. Sorprendido por lo inesperado del sonido tardó en reaccionar. Dejó sus tareas y corrió hacia la ventana de observación desde donde podría espiar a quien tiraba del cable sin ser visto. El invento de la campanilla sólo había funcionado un par de veces con esta y lo cierto es que estaba ilusionado. Miró por la ventana y no pudo más que asombrarse. Era una mujer, una mujer joven la que estaba tirando del cable. Se aclaró la garganta cogió el otro yogur y se dispuso a hablarle a través del hilo que acompañaba al cable.
- ¿Hola? -Comenzó dubitativo. - ¿Sí? ¿Me oyes? -Respondió Calíope.
- Sí, sí, ¿estás bien? ¿estás herida? -Continuó él. - No, no, estoy bien. He leído el cartel y ...
- Lo sé, suena un poco a broma, pero no se me ocurrió una mejor manera de discriminar entre los supervivientes y los infectados. No saben leer, ¿lo sabías? -Preguntó algo inocente.
- Lo intuía. -Dijo Calíope con un tono poco condescendiente.
- Bueno, voy a bajar y subes. Tengo más o menos de todo. No sé cuales son tus planes, pero si quieres te puedes quedar un par de días o bueno no sé el tiempo que quieras. Retrocede unos 50 metros y encontrarás un patio con doble reja. Yo tardaré un poco pero en seguida te abro. Si vienen zombies mientras tendrás que despistarlos. No pienso abrir si algo no va bien o si sospecho algo. Podrás volver a llamar cuando todo se calme. ¿Todo claro? -Preguntó. - Cristalino. -Le cortó ella.
Calíope comenzó a retroceder como le había indicado el desconocido del cartel. Pronto se encontró la verja negra y reforzada con maderas que sin duda habría mejorado él o los habitantes del edificio. Él continuó observándola por la ventana mientras cogía algunas cosas y se vestía con las protecciones habituales. Al cabo de unos minutos que parecieron horas Calípe oyó ruido desde la segunda verja que se entreveía desde los tablones. - ¿Sigues ahí? ¿Estás bien? -dijo él. - Sí, sí, estoy bien, no hay moros en la costa. -Respondió ella ya un poco cansada de tanta murga.
La verja se abrió después de descorrer varios pestillos. -¡Hola! Bienvenida a mi pequeño edificio. ¡Pasa, rápido! Tenemos que darnos prisa.- Calíope entró azuzada por sus indicaciones y atravesó las dos verjas que daban acceso al interior del edificio. El interior estaba cálido, algo más que en la calle. Había un bidón de plástico que contenía un líquido rojo al lado de la segunda verja. El hombre se asomó, inspeccionó los dos lados de la calle y al comprobar que no había nada ni nadie se metió para dentro y cogió el bidón. Lo abrió y comenzó a esparcir el líquido rojo por toda la acera y el espacio entre las dos verjas. -Es vino tinto del malo. Cabezón y además apesta. En anteriores ocasiones he utilizado otras cosas como alcohol, agua oxigenada o lejía. Pero es lo que me queda ahora y creo que también funciona. Los despista y no hace que husmeen por aquí.- Cerró a cal y canto las dos verjas y en silencio se dirigió hacia su piso franco. -Acompáñame por favor. Hoy eres mi invitada.-
2 comentarios:
Sin desmerecer las demas historias pero la tuya es la que más miga tiene.
Ha llegado al fuerte!!! bienn!!! pero seguro que no le durará mucho la tranquilidad...
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