Acababa de amanecer cuando Calíope despertó. Era extraño pero había dormido de un tirón, era la primera vez desde que estalló el incidente. Se sentía bien. Había descansado y prácticamente el dolor de la pierna y la cadera habían desaparecido. La mañana era fría, sin embargo ella se encontraba cómoda con el frescor matutino. Se incorporó en su lecho de arbustos y miró a su alrededor.
Todo parecía normal, tranquilo, de no ser por ese tintineo incesante. Súbitamente se alarmó, ese sonido era el que la había despertado, no la débil luz del sol que trataba inútilmente de atravesar las nubes de tormenta. No vio nada raro. No había nadie a excepción de ella misma en el solar. No había signos de infectados por los alrededores. Miró con más detenimiento y en ese momento la vio. La cadena que sujetaba las dos verjas que hacían de puerta colgaba de una de ellas sin el candado. El corazón le dio un vuelco. No podía creer lo que estaba viendo. Se levantó sin perder un segundo y corrió desesperada hacia la verja. Cuando su campo de visión alcanzó a divisar lo que había al otro lado se detuvo en seco. Habían por lo menos cien de esos seres al otro lado de la verja. Todos parados, aguardando, mirando fijamente a Calíope a través de las verjas, ahora abiertas.
Calíope retrocedió, totalmente desconcertada. No era posible, no era posible que hubieran conseguido abrir el candado o romperlo. Habría hecho falta una cizalla, y ellos no usaban herramientas!
Se alejó todo lo que pudo de la entrada del recinto y buscó el muro. Se encaramó con un salto grácil y se puso de pié en lo alto de aquella parte del mismo. Lo que vio la dejó helada. Era imposible contarlos. En todas direcciones se extendían cientos de esos seres, quién sabe cuantos, debían haber venido de otras zonas porque en su urbanización no había tanta gente. Estaba completamente rodeada, no había escapatoria. Por primera vez desde que todo empezó se planteó realmente la posibilidad de terminar como una de ellos. La mera idea le revolvió el estómago. La desesperación le hizo mirar hacia el terraplén. Si conseguía el suficiente impulso y después trepaba como pudiera, quizá hubiera una escapatoria. No eran muchos los que cubrían el muro por ese lado ya que no tenían mucho espacio ahí abajo. Se decidió y comenzó a correr hacia ese lado, no iba muy deprisa ya que pasara lo que pasase no podía caer del muro. Tenía que mantener el equilibrio a toda costa.
Algunos brazos se alzaron a su paso y trataron de asirle algún tobillo, pero estaba fuera de su alcance. Ninguna de esas criaturas saltó en algún momento. Cuando encaró la parte que daba al terraplén eligió el momento adecuado y saltó. Voló un par de metros y aterrizó en plena pared de lodo, hundió sus manos en él y comenzó a trepar con el mejor ritmo que pudo. No miró atrás, no debía, debía concentrarse en trepar, en subir a la mayor brevedad. Cuándo estuviera arriba correría hacia el este, hacia la urbe más cercana. Ya casi lo había logrado, un poco más, se animó. Tenía el pulso acelerado, la respiración entrecortada. Estaba completamente perdida de barro, pero todo eso no importaba, tenía que salir de allí, menuda idea había tenido, meterse en una ratonera. Tomó nota mental de la situación para en un futuro, si sobrevivía no volver a repetir semejante error. Ya estaba casi, un par de agarres más y estaría levantándose arriba. Subió el brazo derecho primero, apoyó la mano y justo en ese instante, una mano la cogió del cuello y tiró de ella.
El brazo debía de ser enorme, o quien tirara de ella poseía una fuerza descomunal. La presa la asfixiaba y al mismo tiempo le presionaba la carótida, notaba como los músculos del cuerpo se atenazaban, seis segundos más y estaría muerta. Se encontraba suspendida en el aire, pataleaba, trataba de gritar pero era incapaz, su resistencia fue fútil. Al cabo de unos segundos que parecieron siglos, comenzó a ver la escena desde otra perspectiva. Su cuerpo colgaba inerte de la mano de aquel monstruo. Medía casi dos metros y en otro tiempo podría haber sido un hombre bien parecido de unos cuarenta años con una complexión atlética formidable. Ahora era uno de ellos. Pero tenía un halo que lo hacía distinto, más peligroso, mucho más amenazador. Mientras sacudió su cadáver y lo lanzó al vacío profirió un grito espeluznante, un grito de victoria.
Acababa de amanecer cuando Calíope despertó...
Todo parecía normal, tranquilo, de no ser por ese tintineo incesante. Súbitamente se alarmó, ese sonido era el que la había despertado, no la débil luz del sol que trataba inútilmente de atravesar las nubes de tormenta. No vio nada raro. No había nadie a excepción de ella misma en el solar. No había signos de infectados por los alrededores. Miró con más detenimiento y en ese momento la vio. La cadena que sujetaba las dos verjas que hacían de puerta colgaba de una de ellas sin el candado. El corazón le dio un vuelco. No podía creer lo que estaba viendo. Se levantó sin perder un segundo y corrió desesperada hacia la verja. Cuando su campo de visión alcanzó a divisar lo que había al otro lado se detuvo en seco. Habían por lo menos cien de esos seres al otro lado de la verja. Todos parados, aguardando, mirando fijamente a Calíope a través de las verjas, ahora abiertas.
Calíope retrocedió, totalmente desconcertada. No era posible, no era posible que hubieran conseguido abrir el candado o romperlo. Habría hecho falta una cizalla, y ellos no usaban herramientas!
Se alejó todo lo que pudo de la entrada del recinto y buscó el muro. Se encaramó con un salto grácil y se puso de pié en lo alto de aquella parte del mismo. Lo que vio la dejó helada. Era imposible contarlos. En todas direcciones se extendían cientos de esos seres, quién sabe cuantos, debían haber venido de otras zonas porque en su urbanización no había tanta gente. Estaba completamente rodeada, no había escapatoria. Por primera vez desde que todo empezó se planteó realmente la posibilidad de terminar como una de ellos. La mera idea le revolvió el estómago. La desesperación le hizo mirar hacia el terraplén. Si conseguía el suficiente impulso y después trepaba como pudiera, quizá hubiera una escapatoria. No eran muchos los que cubrían el muro por ese lado ya que no tenían mucho espacio ahí abajo. Se decidió y comenzó a correr hacia ese lado, no iba muy deprisa ya que pasara lo que pasase no podía caer del muro. Tenía que mantener el equilibrio a toda costa.
Algunos brazos se alzaron a su paso y trataron de asirle algún tobillo, pero estaba fuera de su alcance. Ninguna de esas criaturas saltó en algún momento. Cuando encaró la parte que daba al terraplén eligió el momento adecuado y saltó. Voló un par de metros y aterrizó en plena pared de lodo, hundió sus manos en él y comenzó a trepar con el mejor ritmo que pudo. No miró atrás, no debía, debía concentrarse en trepar, en subir a la mayor brevedad. Cuándo estuviera arriba correría hacia el este, hacia la urbe más cercana. Ya casi lo había logrado, un poco más, se animó. Tenía el pulso acelerado, la respiración entrecortada. Estaba completamente perdida de barro, pero todo eso no importaba, tenía que salir de allí, menuda idea había tenido, meterse en una ratonera. Tomó nota mental de la situación para en un futuro, si sobrevivía no volver a repetir semejante error. Ya estaba casi, un par de agarres más y estaría levantándose arriba. Subió el brazo derecho primero, apoyó la mano y justo en ese instante, una mano la cogió del cuello y tiró de ella.
El brazo debía de ser enorme, o quien tirara de ella poseía una fuerza descomunal. La presa la asfixiaba y al mismo tiempo le presionaba la carótida, notaba como los músculos del cuerpo se atenazaban, seis segundos más y estaría muerta. Se encontraba suspendida en el aire, pataleaba, trataba de gritar pero era incapaz, su resistencia fue fútil. Al cabo de unos segundos que parecieron siglos, comenzó a ver la escena desde otra perspectiva. Su cuerpo colgaba inerte de la mano de aquel monstruo. Medía casi dos metros y en otro tiempo podría haber sido un hombre bien parecido de unos cuarenta años con una complexión atlética formidable. Ahora era uno de ellos. Pero tenía un halo que lo hacía distinto, más peligroso, mucho más amenazador. Mientras sacudió su cadáver y lo lanzó al vacío profirió un grito espeluznante, un grito de victoria.
Acababa de amanecer cuando Calíope despertó...
3 comentarios:
Eres malvada Calíope.
Ya estaba pensando yo: "Ves!! Si es que eso le pasa por quedarse dormida en una situación así" Aunque claro, luego habían muchas cosas que no me cuadraban, como que "ellos" estuvieran únicamente observándola o lo de que él que la atrapa se limite a sujetarla sin intentar siquiera despedazarla, como suele ser lo habitual.
Aunque con el título del post algo se podría haber intuido. Pero he aquí la pregunta principal:
Ese sueño ha sido enviado a través de la puerta de marfil y por tanto es falso, o en cambio proviene de la puerta de cuerno, en cuyo caso si yo fuera Calíope preferiría no despertar.
Se pone emocionante... :D
Eres mas friki que nosotr@s!!!
Puerta de marfil, puerta de cuerno... esto se escapa de mi alcance, bueno, me limitaré a comentar tu entrada.
No podía ser que la carrera de Calíope acabara tan pronto... ese sueño es fruto de su amor platónico por el monitor de gimnasio!!! jajaja
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