Dieciséis

viernes, 16 de octubre de 2009


Justo a la derecha había un cuarto de limpieza con una puerta al fondo que parecía ser la salida. Su plan inicial era haber salido por la misma puerta de la farmacia por la que había entrado aunque claro, ahora se veía en la obligación de improvisar. Alcanzó la puerta, quitó la barra que la atrancaba y la empujó hacia fuera. Un callejón estrecho la aguardaba.

Conforme atravesó el umbral y trató de cerrarla tras de sí cuatro brazos aparecieron de la nada, estaban allí, justo detrás de ella, y ahora impedían que pudiera cerrar la puerta. Era demasiado tarde para ello. Estaba medio desequilibrada, casi cayéndose, no los había oído, el pitido en los oídos seguía siendo persistente. Apoyó su pierna izquierda en la puerta y se impulsó para darles con ella y además conseguir unos metros de ventaja. Saltó un par de metros hacia atrás, apuntó la escopeta y disparó al bulto sin dudarlo. La lluvia de proyectiles impactó en el grueso de los dos zombies. La mujer algo más bajita que el hombre, a parte de las quemaduras y la metralla se debía haber partido varios huesos importantes contra el mostrador: el brazo derecho le colgaba a un nivel más bajo que la clavícula, arrastraba un pie sin al parecer importarle lo más mínimo y las dos manos se encontraban formando ángulos imposibles. Se desplomó con el primer disparo ya que muchos de los proyectiles le impactaron en la cabeza. El zombie masculino que no se encontraba tan dañado como su contrapartida en cambio corrió hacia Calíope saboreando ya su presa. Ella no le dio ninguna oportunidad, subió un poco el ángulo de la escopeta y volvió a disparar. Esta vez no falló y la cabeza del desgraciado salpicó de rojo los cubos de basura del callejón.

Cerró la puerta que daba al callejón y la atrancó desde fuera con la barra que sacó de dentro. Era la hora del control de daños. Ella estaba relativamente bien, la explosión había sido muy potente y a pesar de su proximidad había salido bastante bien parada. No tenía rasguños ni heridas de la persecución. Tan solo ese pitido incesante que atenuó bastante el ruido de la escopeta cuando la disparó.

Se palpó los oídos y descubrió que había sangrado por uno de ellos. Sacó unas gasas y se limpió cuidadosamente. Con el material que disponía no podía hacer mucho más, sólo esperaba recuperar con el paso de las horas toda su capacidad auditiva o al menos la gran mayoría. No podía imaginarse un escenario más peligroso que en el que se había convertido el mundo para una persona sorda. Tenía que dejar esas ensoñaciones para más tarde, las criaturas que la habían perseguido hasta hacía unos segundos yacían inertes a su alrededor. Las examinó más detenidamente. Estaban muy magulladas, golpeadas, chamuscadas, parecían dos muñecos dummy después de un ensayo. Tenían multitud de huesos rotos, sangraban por algunas partes y por otras nada. Sin duda lo único que había conseguido acabar con ellos era la destrucción de parte de su cabeza cuando no la de toda. La zombie hembra había perdido media cara y con ella parte del cráneo y de masa encefálica, eso había bastado. El zombie macho perdió la cabeza por completo (no como la solían perder los hombres por ella tiempo atrás), eso también funcionaba. Tomó nota mental de todo y decidió continuar.

Recargó los dos cartuchos que había disparado. La explosión podría atraer a más de esos seres desde donde estuvieran y había que estar preparada. Se tendría que haber escuchado en la mayor parte de la ciudad así que no había tiempo que perder. La avenida principal por la que había llegado ya no iba a ser segura, lo mejor era que se desviara de su ruta inicial y ya sabía hacia dónde se iba a dirigir.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Intento averiguar por qué titulas así los posts.... dieciséis qué?? la metralla que hay dentro de un cartucho?? no lo entiendo....