Señales

martes, 27 de octubre de 2009


Entró por la puerta ya que esta estaba abierta y no vio a nadie en la exposición. Había sangre en el parqué en distintas localizaciones y un reguero como si hubieran arrastrado algo a otras dependencias que se accedían tras una doble puerta de roble. No le importaba lo más mínimo. Lo que venía a buscar se encontraba allí. La BMW R 1200 GS Adventure era algo más que una moto. Siempre le habían gustado las motos, y la edición de este año en color rojo magma con las maletas enduro, las defensas y todos los extras era una preciosidad. Y allí estaba la suya. Lista y preparada para que se la llevara alguien. Cogió un mono off-road de los que habían por la exposición, un casco de su talla y guardó la mochila en una de las maletas. Se acercó al área de los comerciales donde sin duda estarían las llaves, no le costó mucho encontrarlas, se encontraban en un cajetín al lado de la mesa del director comercial.

Estaba pensando en el tema del combustible, los vehículos de exposición no tenían mucha gasolina, pensó cuando un ruido la sacó de sus pensamientos. Provenía del otro lado de las puertas de roble. Era una especie de jadeo nervioso. Súbitamente lo que hubiera al otro lado de la puerta comenzó a golpearla furiosamente. La puerta temblaba, pasaron unos segundos eternos y tan de repente como empezaron, los golpes cesaron. Calíope arrancó la moto y comprobó que estaba en reserva, tendría que ir a la gasolinera más cercana o su nueva aventura mecanizada terminaría pronto. En ese momento los golpes se recrudecieron. Tardaban más que antes en repetirse, era como si lo que estaba al otro lado tomara carrerilla para golpear la puerta. Calíope observaba la puerta con detenimiento, una, dos, tres embestidas, la puerta empezaba a resentirse de las embestidas del animal que estaba al otro lado. Sin esperarse al desenlace engranó primera y salió del concesionario atravesando los cristales del escaparate y poniendo rumbo a la gasolinera más cercana.

Otra de las ventajas de lo sucedido era que no había mucho tráfico. Todos los vehículos que habían en las calles estaban parados así que no era muy difícil sortearlos. La primera calle a la izquierda, de nuevo en la avenida principal, trescientos metros después cogió la segunda a la derecha, desembocó en una avenida transversal, dos cientos metros más y la ansiada gasolinera. No era lo mismo que conducir cualquiera de las motos que había llevado anteriormente pero tampoco se iba a quejar. Además conducir esa moto le daba una falsa sensación de superioridad cuando descargaba el peso hacia los costados en las curvas. Pesaba bastante aunque era muy ágil y cómoda. Imaginaba que su autonomía sería respetable con los treinta y tres litros que le cabían en el depósito.

Comenzó a llenar el depósito mientras vigilaba los alrededores para evitar sorpresas. De un restaurante cercano salieron cuatro de ellos, se les veía lentos y caminando renqueantes comenzaron a acercarse a la gasolinera. Vamos! Pensó Calíope, no le gustaba en absoluto la idea de disparar en medio del repostaje y mucho menos una escopeta. Quince litros y subiendo. Los zombis continuaban acercándose con paso tambaleante. Veinte litros, ya casi estaba, le hubiera gustado llenar una lata de emergencia y guardarla en otra maleta, pero no había tiempo. Terminó de repostar cuando los zombies ya estaban pisando la zona de la gasolinera, arrancó el motor y chirriando rueda pasó a escasos metros de los zombies que se quedaron como decepcionados de que su presa escapara a una velocidad para ellos del todo inalcanzable.

Conocía la avenida principal por la que iba, sabía que pasaría por un hospital. No era en el que trabajaba ella ni su madre, pero le serviría quizás para hacerse una idea de cómo estaría "el suyo". Aminoró la marcha justo cuando pasó por la enorme fachada y lo que vio la dejó helada.

Todo el hospital se encontraba cubierto con una gran lona negra. Habían remiendos y rotos por muchas partes, pero la estructura se mantenía. Habían símbolos en blanco de peligro biológico por toda la lona. El olor a muerte era patente hasta en el medio de la calle. Lo que más la descorazonó fueron los mensajes que leyó: "TODOS MUERTOS, NO ENTRAR." Rezaban los carteles de madera que habían clavado en todos los accesos en distintos puntos del perímetro. Creyó divisar movimiento dentro de la lona, en distintos puntos, por eso abrió gas. Tenía un presentimiento, nada bueno la aguardaba allí dentro. Sin demorarse más tiempo incrementó el ritmo. La avenida se ensanchó dando paso a una rotonda, giró a la izquierda sorteando un par de berlinas alemanas, tenían las puertas abiertas de par en par y habían fajos de billetes desperdigados por todo el asfalto. Sin duda debieron ser sacados a la fuerza de los coches, pobres diputados o ricos o lo que hubieran sido. De nada les sirvió su dinero en esa situación. Avanzó por la carretera rumbo a un puente que conectaba con la otra parte de la ciudad, se estaba acercando a su destino.

Dejó a su derecha el nuevo zoológico no sin sorprenderse pensando qué habría pasado con los animales del zoo. Sin posibilidad de escapar si sus cuidadores no les hubieran abierto las jaulas. Repentinamente una avestruz se cruzó en su camino. Giró bruscamente el manillar de la moto para esquivarla, la avestruz tuvo suerte y esquivó a su vez para el lado contrario. Consiguió hacerse con el control de la moto antes de impactar con el bordillo y continuó la marcha no sin una sonrisa en los labios por lo irónico de la situación que acababa de vivir.

Antes de cruzar el puente a su izquierda estaba el emplazamiento de un centro comercial, no era como los más grandes que rodeaban la ciudad, pero podría encontrar algo que le pudiera servir. Se desvió y entró por uno de los accesos laterales, en seguida se dio cuenta de lo que sucedía. Más de un centenar de ellos se agolpaban a las puertas cerradas de acceso al interior. En las fachadas superiores habían pintadas de socorro, y de hay gente viva aquí dentro. No consiguió divisar a ningún superviviente. Pasó por la misma puerta, un poco alejada de la turba de zombies que se agolpaban contra ella. Tomó nota mental de que quizá pudiera quedar alguien con vida allí y salió derrapando con rumbo a su destino.

Comenzaba a anochecer y la soledad iba pesando.

Mientras se alejaba, ella no pudo percibir como alguien desde una posición privilegiada había escrutado todos sus movimientos alrededor del centro comercial y su posterior huida.

2 comentarios:

Espigol dijo...

Alé ahí!! Como me molan las mujeres que saben dominar a una bestia con las piernas!!! xDDDD

Por fin algo de coherencia. Alguien que huye de la ciudad porque no hay más que peligros. ¿Y quién es la persona que le estaba observando? No ubico a nadie cerca de un centro comercial. ¿Quién será quién será?
¿Habrá un maldito encuentro por fin? ¿O seguiréis dejándonos en ascuas?

Anónimo dijo...

Nota mental: tu pasión por las compras se hace patente, ya has pasado dos centros comerciales y te has sentido tremendamente atraíd@ por ellos...