Titania

miércoles, 18 de noviembre de 2009


Era una noche cerrada. La lluvia y las nubes se habían disipado hacía un par de horas. La luna daba al barrio la única iluminación posible. Desde las azoteas desiertas se divisaban en la lejanía ciertos cuadrantes en los barrios de la ciudad que disponían de luz. Afortunados ellos que aún poseían electricidad si es que quedaba alguien con vida para disfrutarla. En ninguna otra situación el ser humano sería tan consciente de lo que significaba tener algún bien básico garantizado. Por otra parte era una estampa bonita si no sabías a qué era debida. La ausencia de contaminación lumínica dotaba a la noche y a las estrellas de una belleza inusual. De improviso algo captó su atención, un movimiento, sutil al principio, poco después demasiado obvio. Habían decenas de esas criaturas dispersas, agazapadas, corriendo por las azoteas, rastreando, olfateando, observando por los patios de luces de los edificios. Parecían ir en búsqueda de algo.

Al cabo de un rato una de ellas pareció encontrar algo. En uno de los patios de luces donde se asomó había una ventana abierta. Una ventana que daba a una galería. Una galería que tenía un calentador encendido. Esa llama azulada era una prueba de lo que buscaban. Se giró y comenzó a saltar. Emitía gruñidos, jadeos, y hacía aspavientos con los brazos para llamar la atención de alguien.

Al cabo de unos minutos de tensa espera varios de esos seres comenzaron a correr y a tratar de señalar al que había encontrado algo. Simultáneamente en lo alto de una buhardilla, agarrado a los cables tensores de una antena de televisión permanecía impasible un no-muerto apolíneo. Escrutaba el horizonte con determinación absoluta, como si leyera en la oscuridad alguna profecía sobre su futuro. A los pocos minutos captó su atención un movimiento cercano. Con un gesto de su enorme mano hizo que cesaran las señas. Saltó de lo alto de la construcción al firme de la terraza y comenzó a avanzar con paso decidido. Iba directamente hacia la terraza donde habían encontrado algo. El resto mientras tanto se arremolinaban expectantes alrededor del explorador que había hecho el hallazgo.

Cuando llegó al borde del patio de luces quiso comprobar con sus propios ojos que era lo que habían descubierto para él. Al ver la llama azul, sus ojos se encendieron. Levantó el brazo y señaló a la puerta que daba acceso al edificio desde la terraza. Era una puerta de madera bastante carcomida. Apenas aguantó dos embestidas de la jauría de monstruos que acababa de enviar escaleras abajo.

Era la hora de ponerse en marcha. Una suave brisa penetró a través de la ventana de Calíope y le rozó el rostro.

Calíope despertó sobresaltada, ya sabía ...

... que venían.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Corre otra vez!!¿¿cómo conseguirá escapar?? ellos vienen por la escalera... ella está en un segundo.... ¿saltará sobre un toldo?? ¿o por el patio de luces?